lunes, 12 de septiembre de 2011

Queremos tanto a Borges

Queremos tanto a Borges


No sé por dónde empezar. ¿Qué puedo decir? Resulta que uno de los escritores más controvertidos de los últimos años, Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967), creador de la inclasificable, polémica y multiorgásmica trilogía Nocilla, compuesta por las novelas Nocilla dream, Nocilla experience y Nocilla lab, lo ha vuelto a hacer. ¿Y qué es lo que ha vuelto a hacer? Bueno. Ni más ni menos que rehacer El hacedor, el libro más ecléctico y personal de todos cuantos publicó el maestro argentino, Jorge Luis Borges. ¿Se trata de un homenaje, de un sacrilegio o de una gigantesca broma? Por extraño que parezca, el libro de Fernández Mallo es todas esas cosas y puede que alguna más. Por lo pronto, es una variante más de las infinitas posibilidades que ofrece al creador el Movimiento Plagiarista, una grieta en mitad del territorio, una tendencia, una manera de enfrentarse a la literatura que está presente en decenas de autores contemporáneos y extemporáneos, muchos de los cuales ni siquiera son conscientes de ello. Agustín Fernández Mallo, en una entrevista concedida en estos días a la revista Tiempo, terminó confesando su admiración hacia varios de los postulados que defiende dicha corriente literaria. Y ahora veremos por qué.

Antes de seguir con esto, debería quedar clara una cosa (como se especifica en el punto 8 del Manifiesto Plagiarista). Es ésta: La literatura no sirve para nada. La literatura sólo sirve para la literatura, y para el escritor plagiarista eso es más que suficiente. Así pues, este vitriólico remake (vitriólico: Quím. Sulfato; sulfato: Quím. Cuerpo resultante de la combinación del ácido sulfúrico con un radical mineral u orgánico; es decir, una bomba densa y corrosiva) se mantiene en pie y justifica su existencia en y para sí mismo. Es literatura dentro de la literatura dentro de la literatura. El propio Borges se manejaba casi constantemente entre estas coordenadas. Sus ficciones, sus poemas, sus ensayos literarios, tenían su origen y su razón de ser en la previa existencia de otros textos, de antiguos argumentos o de lejanas leyendas. Es el arte que engendra el arte. Es la creación como motor, como vehículo, como meta. En el original, publicado en 1960, Borges escribe: Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías. Admitamos, pues, que el libro de Fernández Mallo es ciento por ciento borgiano. Y eso, inevitablemente, nos conmueve. Sin embargo, ¿qué puedo decir? Estamos hablando de Borges, probablemente el mejor escritor en castellano desde Cervantes. Por lo tanto, la empresa acometida por Fernández Mallo es, cuanto menos, arriesgada. Demasiado arriesgada. Pero, por la misma razón, también es una actitud valiente. Digamos, bastante valiente. Veamos dos ejemplos.

El libro de Fernández Mallo mantiene la estructura del texto de Borges y también el nombre de cada capítulo. A partir de ahí, el gallego desarrolla su poética y su universo narrativo en función de las ideas y/o sugerencias que cada lectura le hubo suscitado. Así, por ejemplo, el relato de Borges titulado El simulacro, que recrea el mito del general Perón y una falsa muerte de Evita, en Fernández Mallo, cuyo relato utiliza el esqueleto del anterior pero alterando los nombres propios por dos sustantivos, Arte y Pintura, la narración adquiere unas connotaciones simbólicas que lo hacen sublime gracias a la prosa hipnótica del argentino y al agudo ingenio del gallego. En cambio, el maravilloso Poema de los dones de Borges, cuyos versos iniciales aluden al momento en que se quedó ciego y fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, paradoja que expresó del siguiente modo:

Poema de los dones
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
 

… Pues bien. El trasunto de este largo y sentido poema donde Borges divaga sobre la mitología, la biblioteca, el azar y la sombra, en el libro de Fernández Mallo se convierte en esto:

Poema de los dones. 
don, don,
ding ding don
don, don
 (toma Lacasitos)

don, don
ding ding don
 (verás qué buenos están)


Y bien, ¿qué puedo decir? ¿Es un genio, es un visionario, es un cínico, es un loco? La literatura, el plagiarismo y el humor son cosas muy serias (primer axioma del Manifiesto Plagiarista). Borges, qué duda cabe, también era un humorista. Sobre todo cuando se juntaba con Bioy Casares y escribían bajo el seudónimo de Bustos Domecq. Pero, me pregunto: ¿esto era necesario? Y, por supuesto, no sé qué contestar.

“El sueño de uno es parte de la memoria de todos”
Vayamos al epílogo. Borges dice:
Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído. Mejor dicho: pocas cosas me han ocurrido más dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o la música verbal de Inglaterra.
Fernández Mallo responde:
Pocas cosas me han ocurrido y aún menos he leído. Mejor dicho: entre la Navidad de 2004 y la Navidad de 2010, ninguna cosa más digna de mención ha sucedido que ver la película El nadador cada 1 de enero e ir actualizando mi Macintosh.

No creo que exista una mejor presentación para cada tipo de escritor. Por eso, el lector de este libro (de ambos libros) no debe esperar grandes aventuras ni épicas batallas. Tampoco encontrará miserias cotidianas, hermosas historias de superación personal o idilios entre vampiros y hombres lobo. Qué le vamos a hacer. Entonces, ¿qué podemos encontrar en este insólito libro? Veamos. La infatigable obsesión de Fernández Mallo por hallar eso que estaba ahí y que sin embargo se nos había escapado a nosotros. Las dobles lecturas. La cuadratura del círculo. La física como un poema indescifrable. Las matemáticas como una epifanía. La metafísica como un SMS. El big Bang. Ikea. Wikipedia. El acelerador de partículas. Los números transfinitos. Adidas. Coca-cola. Identidades en tránsito. Newton y Einstein. Un Kinder Sorpresa. Wittgenstein y el Tractatus Logico-Philosophicus. Caín y Abel. Iphone. Youtube. Google Maps. Espejos deformes. Radiohead. Intertextualidad. Hipervínculos. Postmodernismo. Géneros fronterizos. Narración fragmentada. Desiertos americanos. La emotividad y el desamparo de la realidad. La otra realidad. El otro yo. Y una buena dosis de humor, ironía y descaro.

Porque el plagiarismo y el humor son cosas muy serias, es cierto. Son tan serias que, si alguien se las toma a broma, se convierten en una tragedia. Son cosas tan serias que, en lo más profundo de sus motivaciones, esconden el deseo enorme de ponerse a llorar (punto 9 del susodicho Manifiesto). Porque, lo escribe el propio Fernández Mallo en un soliloquio delirante y genial: Todo libro es lo contrario de una medicina. Todo libro es un virus. Entérate, amigo lector. La lectura es una pérdida de tiempo. La literatura es una enfermedad. 

¡Pero qué cosas digo! No me hagas caso. Mejor acércate a una librería y llévate a casa este libro y coméntalo con los amigos y ríete de cuando en cuando y mira los entretenidos vídeos (algunos) que ha grabado el propio Fernández Mallo y que circulan por la red. Si Borges estuviera vivo es posible que él también lo ojeara y que pidiera a uno de sus alumnos que se lo leyera y hasta es dable imaginar al argentino riéndose por alguna que otra ocurrencia del gallego. De acuerdo. Pero, ¿qué puedo decir? Estamos hablando de Borges, por el amor de Dios. Deja de leer este insípido artículo y ponte un abrigo y encamínate a la librería más cercana y llévate a casa El hacedor, el original, el único, el omnipotente, y de paso también compra y devora Ficciones, El Aleph, Historia universal de la infamia, El libro de arena y alguna que otra antología poética en una edición barata de bolsillo. Cómpralos todos y vuelve a casa y enciérrate en tu cuarto y cuando tu madre, tu novia, tu novio o tu perro te llamen para ir a cenar diles a todos que no, que esa noche no piensas cenar porque te estás preparando para engullir de una sentada un suculento asado argentino y una botella de fernet. Y si alguien no lo entiende no te enfurezcas. Relájate, toma aire y repite una y otra vez:

El plagiarismo y el humor son cosas muy serias
El plagiarismo y el humor son cosas muy serias
El plagiarismo y el humor son cosas muy serias

Acto seguido colócate la servilleta a modo de babero y empieza a leer el último párrafo de El hacedor, que dice así: 

Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.

¿Lo ves? Mírala bien. Es la cara de todos nosotros. La cara de Agustín Fernández Mallo, la cara de Jorge Luis Borges, la cara de Bioy Casares, la cara de Bustos Domecq. También es tu cara. Mírala una vez más. ¿Lo ves, ahora? Eres tú.

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