sábado, 13 de abril de 2013

Las tribulaciones del estudiante Roncagliolo

Óscar y las mujeres.
Santiago Roncagliolo.
Alfaguara. 314 páginas.

La noche que conocí a Santiago Roncagliolo era extraña y neblinosa, llena de ruidos estridentes y personajes rocambolescos, como si todo lo que fuera a ocurrir a partir de ese momento formara parte de un sueño, uno de esos sueños tan vívidos y asfixiantes que durante mucho tiempo nos hacen dudar sobre la irrealidad de lo soñado y la realidad de lo vivido. En cualquier caso, Santiago y yo nos conocimos y acto seguido yo me largué a hablar sobre mi vida y mis aspiraciones y mis deudas y mis miedos y mis problemas mentales y mis difíciles y extrañas relaciones con las mujeres y mis difíciles y extrañas relaciones con la literatura. Cansado de todo y de mí mismo, le dije a Santiago que yo también era o quería ser escritor y como sabía que él había venido a España desde Perú para ser escritor y que había pasado hambre y penurias hasta lograrlo le dije que qué era lo que tenía que hacer yo para ser escritor y él me dijo que lo mejor que podía hacer era el camino inverso, es decir, marcharme a Latinoamérica porque el mercado en España estaba saturado y tal vez allí en estos momentos hubiera más opciones. Luego se quedó un rato mirándome, como se mira a un loco o a un fantasma, y me dijo:

_ Daniel, te has librado de los terremotos, de los tsunamis, de los atentados terroristas, de los asesinatos, de las violaciones, de los secuestros, de los incendios, del exilio, del hambre, de las enfermedades venéreas, congénitas o terminales, te has librado de la cárcel, de las mutilaciones, de los accidentes de tráfico, de los desahucios, de las estafas, de la discriminación sexual, social, religiosa y racista, te has librado del maltrato paterno, de los abusos sexuales, de la pobreza y hasta te has librado de esa sutil catástrofe que es la fealdad y de esa epidemia que afecta a tantos seres humanos y que adopta la forma de la estupidez, como causa o consecuencia de la ignorancia. Te has librado de todo ello (menos del suicidio, de eso no te podrás librar jamás), ¿y aún así te atreves a mostrarte infeliz?

_ Bueno, yo…

_ Eres un cobarde. ¡Espabila! Levántate y escribe, lee y luego escribe, sal ahí afuera y vive como si no hubiera un mañana y luego vete a casa y escribe y atrévete a cambiar el mundo, o al menos a cambiar tu vida, o al menos a cambiar tu manera de sentir, o, en último caso, a cambiar tu manera de escribir. Al menos eso.

_ Caramba, Santiago, qué cosas me dices.

_ La pura verdad, chaval.

_ Pero ¿y tu libro? ¿Qué podemos decir de tu último libro, Santiago?

_ De mi último libro es mejor no hablar.

Y yo le hice caso, a Santiago, al menos en lo que respecta a su último libro, porque para llevar a cabo el resto de sus exhortaciones deberían cambiar muchas cosas pero aún no creo estar preparado para adaptarme a esos cambios porque, como bien dice Santiago, soy un cobarde, pero sobre todo, y lo más importante, porque no conozco a Santiago Roncagliolo y lo único que puedo decir acerca de él es que es un buen escritor y como tal ha escrito buenos libros, como Pudor y Abril rojo, pero otros no tanto, como el último, y que sin duda él sí fue y es un valiente porque lo dejó todo, como quien dice, para convertirse en escritor y lo logró, joder, lo logró, y eso es más de lo que se puede decir de mí.

Al menos por el momento...