No sé si alguno de los lectores se ha dado cuenta del debate
que se ha creado en torno a la figura del hipster en la sociedad, una nueva
tendencia, un movimiento estético o una actitud
vital con connotaciones sociológicas, según cada cual. Este debate incendia
desde hace unas semanas las redes sociales y algunos medios. El disparador del
tema, el culpable de haberlo sacado de las charlas de medianoche en bares
oscuros y baños de discoteca ha sido Víctor Lenore a raíz de la publicación de su
libro Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural, en la siempre ardiente editorial
Capitán Swing.
Sin haber leído aún el libro (una pose típica de los peores
hipsters), creo que puedo añadir confusión al tema por el hecho de haber leído
casi todas las entrevistas que ha concedido dicho autor, que han sido muchas,
no se crean, acerca de lo que él considera la cultura dominante del momento. He
leído también artículos de opinión, reportajes y los comentarios de cientos de
blogueros sobre el tema. Puestos a leer, he leído el prólogo de Nacho Vegas, pero ah, el libro, ¿lo he dicho ya?, el libro no...
Después de leerlo todo (menos el libro, repito, algo que en
este caso no me da demasiada vergüenza admitir) he analizado los argumentos de muchos
intervinientes, he asentido con la cabeza ante algunas iluminaciones y también
he desmontado mentalmente (o en charlas subidas de tono a horas en las que
sería mejor estar haciendo cualquier otra cosa) varias de sus tesis.
Lamentablemente, no he sido capaz de llegar a ninguna
conclusión fehaciente, rotunda, como sí parece tener Lenore, que fue hipster y
gafapasta antes que fraile, aunque ahora no los quiere ver, a los hipsters, su
antigua tribu, ni en las portadas de los discos. Yo, en cambio, como digo, sin
haber llegado a conclusiones de ningún tipo, he sido asaltado por una duda
insoportable: ¿Yo también soy hipster?
Para saberlo me he propuesto responder una por una a ciertas
preguntas sobre códigos y hábitos de consumo que identifican, con algunos matices, a los
hipsters. Ahí van:
1. ¿Llevo barba, camisas de cuadros y gorro?
Sí; no; cuando hace frío.
2. ¿He
leído a David Foster Wallace y me enorgullezco de ello?
Sí; no...bueno, a veces.
3. ¿Escucho Radiohead, Wilco y Arcade fire?
Sí; sí; sí.
Maybe.
5. ¿Voy a Malasaña?
Con premeditación y alevosía.
6. ¿Pago 10 euros por un gintonic?
Rotundamente no.
7. ¿Compro magdalenas de diseño?
Rotundamente no.
8. ¿Tengo vinilos que guardo con celo (es decir, con cariño)?
Ni uno solo.
9. ¿Alardeo de mi supuesta cultura?
Creo que no; ¿lo hago?
10. ¿Considero que la cultura es una cuestión de
preferencias?
Brutalmente no.
11. ¿Creo que el primer disco de, por ejemplo, Kings of leon,
es el mejor de su discografía?
Rotundamente sí, pero ¿acaso alguien lo duda?
12. ¿Creo que me distingo de los demás por mi ropa?
Pero ¿estamos locos o qué?
13. ¿Menosprecio el folclore?
Me gustaría saber primero a qué llamamos folclore…
14. ¿Juzgo las cosas desde un punto de vista exclusivamente
preferencial?
Amigos, la cultura no es sólo una
cuestión de gusto, si no todo se vendría abajo de la noche a la mañana.
15. ¿Voy al
Primavera Sound?
Never and
ever.
16. ¿Uso el consumo para distinguirme del resto?
si no voy al Primavera
sound es precisamente porque es más caro de lo que me puedo permitir o quiero
permitirme, depende de cómo llegue a fin de mes.
17. ¿Uso demasiados adverbios acabados en –mente en contra
de las advertencias de García Márquez?
Rotundamente sí, y premeditadamente
también.
18. Y la última y gran pregunta: ¿Niego ser un hipster?
Hombre, pues claro.
Este rápido test sin ninguna sustancia ni importancia, que
cualquiera puede hacer en su casa bajo la supervisión de un adulto, sólo sirve para decir que bueno, que sí, que
tal vez hay más hipsters entre nosotros de los que creemos, pero que tal vez no
son una cultura dominante en tanto en cuanto no queramos que lo sea, y que sólo
lo serán si nosotros les entregamos ese poder, precisamente porque lo que
pretendemos es quitárselo.
Es decir, que si nuestro amigo Lenore, después de 15
años ha descubierto que le gusta más Camela que Wilco, pues oye, enhorabuena,
brindo por ello, pero si cree, como dice que creía antes, que era mejor que los
demás por escuchar Wilco y ahora es libre por no hacerlo, entonces, querido
Lenore, me temo que no has cambiado tanto como crees, siento decírtelo, porque al fin y al cabo has escrito un libro
en contra de unos y a favor de otros, contra una cultura que ya No te gusta y a
favor de otra que Sí te gusta.
Es decir, querido Lenore, que muy a tu pesar sigues siendo un hipster.
Y me temo que yo, que nunca quise serlo, también soy
hipster por el simple hecho de estar hablando de hipsters así que mejor no digo
nada más sobre los hipsters porque todo lo que diga podrá ser utilizado en mi
contra por un tribunal de hipsters.